domingo, 22 de agosto de 2010

Una paradoja kafkiana


Lo que ha ocurrido este lunes en la sede del banco UBS, en Zúrich, puede ser descrito con un sólo adjetivo: kafkiano. Si se tratase de algún otro escritor. Sin embargo, los acontecimientos que sucedieron ayer en una bóveda anónima son paradójicos. Pues es el último episodio de la batalla legal por la herencia de Franz Kafka.

Un numeroso grupo de funcionarios, abogados y filólogos de Israel, Alemania y Suiza se dieron cita para abrir cuatro cajas fuertes. El ambiente era como el de las películas de espionaje. Las cuatro cajas de depósito tenían un tesoro bastante singular, pero no por ello menos apreciado: dentro estaban los manuscritos, dibujos y cartas del escritor checo que habían sido encerrados en aquella bóveda por más de 50 años. Los expertos de Kafka de todo el mundo esperaban con ansias este momento. Pero los entusiastas, los historiadores y los críticos tendrán que esperar todavía más tiempo, ya que las dos hermanas israelíes que han tenido lejos del mundo esta fortuna literaria insisten en que esos los papeles les pertenecen por derecho, que ha sido una herencia de su madre. Y mientras la batalla legal continue han prohibido que se publiquen los informes del contenido de esas cajas.

Los cuatro contenedores se abrieron por órdenes de Talia Koppelman, un juez de la corte de familia de Tel Aviv. La semana pasada este mismo juez ordenó tambiénla apertura de otras seis cajas de seguridad que se encontraban en los bancos israelíes, las cuales contenían otras obras de Kafka. La apertura de ayer en el banco UBS de Zurich -de esas cajas de seguridad selladas desde el año 1956- contó con la presencia de los abogados que representan, por un lado, a Eva y Ruth Hoffe y al Archivo de la Literatura Alemana, y, por el otro, los representantes legales del Estado de Israel y su biblioteca nacional. También estaba presente Itta Shedletzky, un profesor de literatura, ya que es una reconocida autoridad en Kafka y compilará un inventario de los contenidos de las cajas.


Si Kafka se hubiera salido con la suya, estas cajas no existirían. Este novelista judío – que escribió en alemán mientras vivía en Praga- le escribió a su amigo Max Brod, poco antes de su muerte por tuberculosis en 1924: “Querido Max, mi última petición: todo lo que dejo tras de mí … como los diarios, manuscritos, cartas … [deben] ser quemados sin ser leídos “. Brod se negó a cumplir el deseo de su amigo moribundo, y pues dijo que tal solicitud lo desconcertó. En 1939, en vísperas de la invasión nazi, él pasó como contrabando a Palestina dos maletas que contenían estos materiales . Durante la crisis de Suez en 1956, él trasladó partes de este archivo a Suiza. Sus acciones salvaron los manuscritos de El Castillo, El Proceso y Amerika.

Después de la muerte de Brod, los documentos y manuscritos llegaron a las manos de Esther Hoffe, ex secretaria y compañera sentimental de Brod. Ella vivió más tarde en Tel Aviv hasta su muerte, ocurrida en el 2007. Hoffe en repetidas ocasiones se negó a dar los documentos de Kafka al estado de Israel. Incluso, una vez que fue detenida, bajo la sospecha de intentar contrabandear algunos de estos manuscritos fuera del país. Tras su muerte, las hijas de Hoffe, Eva Hoffe y Ruti Wisler han insistido, con necedad, que tiene derechos legales sobre esos documentos.

Todo este lío legal comienza con otro deseo no cumplido: Max Brod quería que los papeles de Kafka quedaran bajo la custodia de la Biblioteca Nacional de Jerusalén, así se lo pidió al momento de su muerte, en 1968, a Esther Hoffe, quien, sin embargo, desobedeció sus instrucciones. Tal cual como Brod había desobedeció a Kafka. Hoffe subastó en 1988 el manuscrito de ‘El proceso‘ al Archivo de Literatura Alemana, entre otras piezas, y legó el resto de los manuscritos a sus hijas, dos supervivientes del Holocausto, ya octogenarias.

Hace dos años, el Estado de Israel inició un proceso legal para recuperar estos papeles, en virtud de la autoridad moral que le otorgaba la voluntad expresa de Max Brod. Israel ha reclamado incluso la restitución del El proceso, que se encuentra desde 1988, en el Archivo Alemán de Literatura de Marbach am Neckar, dependiente del Ministerio de Cultura de la República Federal Alemana. En su momento, los alemanes pagaron dos millones de dólares por el texto, una ganga, según los expertos.

Aunque la apertura de hoy se llevó a cabo en secreto, los que han seguido esta historia hablan de que adentro de esas cajas se encuentran verdaderas ”joyas literarias” que esperan ser descubiertas. Se sabe, por ejemplo, que entre los contenidos hay algunas páginas deCarta a mi Padre, ese texto lleno de rabia y dolor que Kafka escribió en 1919 y que es vista como la clave para entender la mente del autor. Otros manuscritos de Kafka, incluyen Un médico rural, Preparativos de la boda en el País, y Un sueño. Son un valor estimado de varios cientos de miles de dólares.

Una idea de lo que podría estar en las cajas se tuvo cuando algunos documentos de Esther Hoffe fueron subastados en Basilea en 2009. Uno de ellos era una carta a Brod, en la que Kafka decía: “Sé de las alusiones del terror de la soledad. No tanto la soledad de estar solo, sino de aquella de estar entre las personas”. Klaus Wagenbach, un editor alemán que era amigo de Brod, describió la carta en su totalidad como “uno de los más bellos de documentos escritos por Kafka”.

Meir Heller, abogado de la Biblioteca Nacional de Israel, dijo que el tesoro de Zúrich tiene las características de tesoro cultural nacional. ”Los documentos tienen que ser accesibles al público en Israel”, comentó. También afirmó que un pasaje del testamento de Brod confirma que todos estos documentos deberían ir a una institución de Israel después de su muerte. El asegura que las Hoffes habían tenido mucho interés en “ocultar la verdad detrás de … los detalles de la verdadera voluntad de Brod”.

Por el momento, han bloqueado el acceso a todos los bienes de Esther Hoffe, incluyendo su dinero y joyas. Las hijas dicen que el estado se está entrometiendo en su derecho de vender sus posesiones privadas, argumentando que ni Israel y ni los israelíes tenían una afinidad con Kafka, pues él no vivió en Israel, aunque expresó su deseo de hacerlo, y que Israel ni siquiera tiene el nombre de una calle en su memoria. Su abogado, Oded Hacohen, dijo que el abrir las cajas ha creado un “daño” a sus clientes “en el ámbito de laprivacidad”, así como ha restringido su capacidad para vender esos artículos en el futuro.


La decisión de Koppelman sobre si los documentos deben hacerse públicos es inminente.


Fuente: The Guardian/El mundo.es

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