lunes, 28 de septiembre de 2015

Obras de Henry Miller


  • Cartas a Anaïs Nin (esta obra comprenden un período de 15 años, de 1931 a 1946), fecha de publicación (en español, por Bruguera Amigo) 1981
  • Trópico de Cáncer, 1934
  • Primavera negra, 1936
  • Max y los fagocitos blancos, 1938
  • Trópico de Capricornio, 1939
  • El ojo cosmológico, 1939
  • El mundo del sexo, 1940
  • El coloso de Marussi, 1941
  • La sabiduría del corazón, 1941
  • Un domingo después de la guerra, 1944
  • Pesadilla de aire acondicionado, 1945
  • La sonrisa al pie de la escala, 1948
  • Sexus, 1949
  • El tiempo de los asesinos, 1952
  • Días tranquilos en Clichy, 1956
  • Big Sur y las naranjas de Hieronymus Bosch, 1960
  • Plexus, 1953
  • Nexus, 1960
  • Opus pistorum (póstumo), 1983
  • Querida Brenda (Cartas a Brenda Venus) 1986
  • Noches de amor y alegría (según Editorial Rueda (Arg) 1952)
  • Los libros en mi vida (según Editorial Siglo Veinte (Buenos Aires), tiene fecha de impresión de 1963)
  • Reflexiones sobre la Muerte de Mishima (públicado en the Weekly Post de Tokio, en 1971, después de la muerte de Yukio Mishima)
  • Nueva York ida y vuelta (según Editorial La Pleyade, tiene fecha de impresión de 1978)
  • Al cumplir ochenta (publicado por la UNAM)
  • Pornografía y obscenidad (recopilatorio de Henry Miller y D.H. Lawrence, por Edit. Argonauta)

jueves, 7 de abril de 2011

Henry Miller en el cine

TRÓPICO DE CANCER (1970) de Joseph Strick.
Adaptación cinematográfica de la primera novela publicada de Henry Miller, en la cual se exponen las vivencias bohemias del autor norteamericano en el París de los años 30.
Protagoniza Rip Torn en el papel de Henry Miller. A su lado intérpretes como Ellen Burstyn, James T. Callahan, Laurence Lignères, Phil Brown o David Baur.

DÍAS TRANQUILOS EN CLICHY (1970) de Jens Jorgen Thorsen.
El director y guionista Jens Jorgen Thorsen traslada a la pantalla esta historia de Miller que cuenta los avatares autobiográficos y las obsesiones sexuales del escritor en Clichy, una localidad cercana a París, en la cual residió junto al profesor Carl.
Paul Valjean es Joey, el alter ego de Henry Miller, y Wayne Rodda encarna a Carl. En este drama erótico también aparecían Ulla Lenvigh Muller, Avi Sagild o Susanne Krage.

DÍAS TRANQUILOS EN CLICHY (1990) de Claude Chabrol.
Uno de los nombres puntales de la nouvelle vague dirigió, con flojos resultados, esta nueva adaptación del libro homónimo. Con Andrew McCarthy, Nigel Havers, Isolde Barth y Barbara de Rossi.

Fuente


HENRY MILLER (1891-1980)

Henry Valentine Miller nació el 26 de diciembre de 1891 en Nueva York (Estados Unidos), en el seno de una familia humilde de origen alemán, siendo su madre Louise Nieting y su padre Heinrich Miller, quien se dedicaba a la sastrería.

Principalmente autodidacta, Miller estudió durante dos meses en el City College neoyorquino hasta que el joven rebelde, gran amante de la literatura, en especial del escritor ruso Fedor Dostoievski, fue expulsado de la universidad, ocupándose posteriormente en distintos oficios, entre ellos ranchero o mensajero de la Western Union.

En 1917 contrajo matrimonio con una muchacha llamada Beatrice Sylvas Wickens, con quien tuvo a su hija Barbara. En 1924 se divorció de Beatrice y se casó con la bailarina June Mansfield Smith, mujer que fue sumamente influyente en Henry por su modo liberado y despreocupado de vivir.

En los años 30 y en plena época de la Gran Depresión, Miller y June trasladaron su residencia a París, ciudad en la cual llevó una existencia bohemia junto a Anais Nin, Gilberte Brassai y Alfred Perlés, empapándose de diferentes corrientes literarias, entre ellas el surrealismo.

En la capital francesa aparecería su primer libro publicado, “Trópico de Cáncer” (1934), un volumen prologado por su amiga Anais y censurado en su país hasta la década de los años 60. Junto a Nin escribiría “Una pasión literaria” (1932-1953), libro que recogía la correspondencia entre ambos autores.

El mismo año de la aparición de “Trópico de Cáncer”, publicada en la editorial Obelisk Press de Jack Kahane, Henry y June se divorciarían.
Posteriormente Miller escribió novelas como “Primavera negra” (1936), “El universo de la muerte” (1938), “Trópico de Capricornio” (1939). A pesar de que “Trópico de Cáncer” fue la primera novela publicada en su trayectoria como literato, Miller había escrito previamente varios libros que no lograron ver la luz en su día, como “Clipped Wings”, “Moloch” y “Crazy Cock”.
Sus textos, ausentes de una estructura convencional y el uso de una narración lineal, se vinculan a la exposición instrospectiva desde un universo esencialmente hombruno, con tendencia a la exposición erótica y el proceder nihilista modelado con un cierto sentido lírico de la prosa, esencia libertaria y vitalista, y plasmación autobiográfica en base al flujo de conciencia.

En 1939 Henry dejó Francia, país en el que llegó a trabajar como profesor de inglés en el Liceo Carnot de Dijon, y pasó un tiempo junto a Lawrence Durrell en Grecia para retornar en plena Segunda Guerra Mundial a los Estados Unidos, ubicándose en el estado de California. Allí escribiría libros como “El coloso de Marussi” (1941), título que abordaba su experiencia griega, “Pesadilla del aire condicionado” (1945), “Días tranquilos en Clichy” (1956), “Big Sur y las naranjas del Bosco” (1957) o la afamada trilogía “La crucifixión rosada”, conformada por los volúmenes “Sexus” (1949), “Plexus” (1952) y “Nexus” (1959), los cuales volvían a incidir en el aspecto sexual que singulariza sus trabajos literarios.
Al margen de sus novelas Miller también escribió ensayos sobre Marcel Proust, James Joyce o D. H. Lawrence.
Después de su divorcio con June, Henry se casó en 1944 con Janina Martha Lepska, joven inmigrante polaca, estudiante de filosofía, con quien tuvo dos hijos, Tony y Valentine. En 1952 se divorciarían. Un año más tarde contrajo matrimonio con Eve McClure, de quien se separaría en 1960. Su última esposa fue la cantante de cabaret japonesa Hiroko Tokuda, con quien estuvo casado entre 1967 y 1977.
Una de sus últimas amantes fue la joven actriz Brenda Venus. El libro “Querida Brenda” (1986) recoge las cartas de amor remitidas por el autor de Nueva York a la morena intérprete, vista en películas como “Foxy Brown” o “Límite 48 horas”.
Miller, cuya influencia es muy apreciable en los escritores de la denominada Generación Beat, como Jack Kerouac, Allen Ginsberg o William Burroughs, moriría a causa de problemas circulatorios en la localidad californiana de Pacific Palisades. Era el 7 de junio de 1980 y el escritor tenía 88 años.

domingo, 22 de agosto de 2010

Una paradoja kafkiana


Lo que ha ocurrido este lunes en la sede del banco UBS, en Zúrich, puede ser descrito con un sólo adjetivo: kafkiano. Si se tratase de algún otro escritor. Sin embargo, los acontecimientos que sucedieron ayer en una bóveda anónima son paradójicos. Pues es el último episodio de la batalla legal por la herencia de Franz Kafka.

Un numeroso grupo de funcionarios, abogados y filólogos de Israel, Alemania y Suiza se dieron cita para abrir cuatro cajas fuertes. El ambiente era como el de las películas de espionaje. Las cuatro cajas de depósito tenían un tesoro bastante singular, pero no por ello menos apreciado: dentro estaban los manuscritos, dibujos y cartas del escritor checo que habían sido encerrados en aquella bóveda por más de 50 años. Los expertos de Kafka de todo el mundo esperaban con ansias este momento. Pero los entusiastas, los historiadores y los críticos tendrán que esperar todavía más tiempo, ya que las dos hermanas israelíes que han tenido lejos del mundo esta fortuna literaria insisten en que esos los papeles les pertenecen por derecho, que ha sido una herencia de su madre. Y mientras la batalla legal continue han prohibido que se publiquen los informes del contenido de esas cajas.

Los cuatro contenedores se abrieron por órdenes de Talia Koppelman, un juez de la corte de familia de Tel Aviv. La semana pasada este mismo juez ordenó tambiénla apertura de otras seis cajas de seguridad que se encontraban en los bancos israelíes, las cuales contenían otras obras de Kafka. La apertura de ayer en el banco UBS de Zurich -de esas cajas de seguridad selladas desde el año 1956- contó con la presencia de los abogados que representan, por un lado, a Eva y Ruth Hoffe y al Archivo de la Literatura Alemana, y, por el otro, los representantes legales del Estado de Israel y su biblioteca nacional. También estaba presente Itta Shedletzky, un profesor de literatura, ya que es una reconocida autoridad en Kafka y compilará un inventario de los contenidos de las cajas.


Si Kafka se hubiera salido con la suya, estas cajas no existirían. Este novelista judío – que escribió en alemán mientras vivía en Praga- le escribió a su amigo Max Brod, poco antes de su muerte por tuberculosis en 1924: “Querido Max, mi última petición: todo lo que dejo tras de mí … como los diarios, manuscritos, cartas … [deben] ser quemados sin ser leídos “. Brod se negó a cumplir el deseo de su amigo moribundo, y pues dijo que tal solicitud lo desconcertó. En 1939, en vísperas de la invasión nazi, él pasó como contrabando a Palestina dos maletas que contenían estos materiales . Durante la crisis de Suez en 1956, él trasladó partes de este archivo a Suiza. Sus acciones salvaron los manuscritos de El Castillo, El Proceso y Amerika.

Después de la muerte de Brod, los documentos y manuscritos llegaron a las manos de Esther Hoffe, ex secretaria y compañera sentimental de Brod. Ella vivió más tarde en Tel Aviv hasta su muerte, ocurrida en el 2007. Hoffe en repetidas ocasiones se negó a dar los documentos de Kafka al estado de Israel. Incluso, una vez que fue detenida, bajo la sospecha de intentar contrabandear algunos de estos manuscritos fuera del país. Tras su muerte, las hijas de Hoffe, Eva Hoffe y Ruti Wisler han insistido, con necedad, que tiene derechos legales sobre esos documentos.

Todo este lío legal comienza con otro deseo no cumplido: Max Brod quería que los papeles de Kafka quedaran bajo la custodia de la Biblioteca Nacional de Jerusalén, así se lo pidió al momento de su muerte, en 1968, a Esther Hoffe, quien, sin embargo, desobedeció sus instrucciones. Tal cual como Brod había desobedeció a Kafka. Hoffe subastó en 1988 el manuscrito de ‘El proceso‘ al Archivo de Literatura Alemana, entre otras piezas, y legó el resto de los manuscritos a sus hijas, dos supervivientes del Holocausto, ya octogenarias.

Hace dos años, el Estado de Israel inició un proceso legal para recuperar estos papeles, en virtud de la autoridad moral que le otorgaba la voluntad expresa de Max Brod. Israel ha reclamado incluso la restitución del El proceso, que se encuentra desde 1988, en el Archivo Alemán de Literatura de Marbach am Neckar, dependiente del Ministerio de Cultura de la República Federal Alemana. En su momento, los alemanes pagaron dos millones de dólares por el texto, una ganga, según los expertos.

Aunque la apertura de hoy se llevó a cabo en secreto, los que han seguido esta historia hablan de que adentro de esas cajas se encuentran verdaderas ”joyas literarias” que esperan ser descubiertas. Se sabe, por ejemplo, que entre los contenidos hay algunas páginas deCarta a mi Padre, ese texto lleno de rabia y dolor que Kafka escribió en 1919 y que es vista como la clave para entender la mente del autor. Otros manuscritos de Kafka, incluyen Un médico rural, Preparativos de la boda en el País, y Un sueño. Son un valor estimado de varios cientos de miles de dólares.

Una idea de lo que podría estar en las cajas se tuvo cuando algunos documentos de Esther Hoffe fueron subastados en Basilea en 2009. Uno de ellos era una carta a Brod, en la que Kafka decía: “Sé de las alusiones del terror de la soledad. No tanto la soledad de estar solo, sino de aquella de estar entre las personas”. Klaus Wagenbach, un editor alemán que era amigo de Brod, describió la carta en su totalidad como “uno de los más bellos de documentos escritos por Kafka”.

Meir Heller, abogado de la Biblioteca Nacional de Israel, dijo que el tesoro de Zúrich tiene las características de tesoro cultural nacional. ”Los documentos tienen que ser accesibles al público en Israel”, comentó. También afirmó que un pasaje del testamento de Brod confirma que todos estos documentos deberían ir a una institución de Israel después de su muerte. El asegura que las Hoffes habían tenido mucho interés en “ocultar la verdad detrás de … los detalles de la verdadera voluntad de Brod”.

Por el momento, han bloqueado el acceso a todos los bienes de Esther Hoffe, incluyendo su dinero y joyas. Las hijas dicen que el estado se está entrometiendo en su derecho de vender sus posesiones privadas, argumentando que ni Israel y ni los israelíes tenían una afinidad con Kafka, pues él no vivió en Israel, aunque expresó su deseo de hacerlo, y que Israel ni siquiera tiene el nombre de una calle en su memoria. Su abogado, Oded Hacohen, dijo que el abrir las cajas ha creado un “daño” a sus clientes “en el ámbito de laprivacidad”, así como ha restringido su capacidad para vender esos artículos en el futuro.


La decisión de Koppelman sobre si los documentos deben hacerse públicos es inminente.


Fuente: The Guardian/El mundo.es

Kafka y los kafkianos


[foto de la noticia]

Durante el periodo de entreguerras, en el Barrio Viejo de Praga ("Jerusalén de Europa", se llamó) florecen dos antiquísimos mitos judíos que se renuevan en la cumbre de la fantasía más alucinógena del siglo XX. Gustav Meyrink despierta al golem del rabino Loew, Franz Kafka aporta entre otras cosas la parábola cabalística del castillo. Moisés Maimónides (s. XII) la usaba al final de su 'Guía de perplejos' (capítulo 51 de la parte tercera): el rey (Dios) en el interior del castillo, y, desperdigados, en estancias más o menos apartadas, los vasallos, errabundos, en su busca.

Aunque la obra de Kafka es tan grande, tan universal que sin querer se puede uno enfangar en controversias hermenéuticas. La herencia hebrea del escritor es un tema complicado, un tema de matices, de bibliografía fina y notas de pie de página (Benjamin, Arendt, Buber, Canetti...). Recientemente, 'Kafka y el holocausto' (Trotta), de Álvaro de la Rica, y 'El mundo formidable de Franz Kafka' (Alba), de Louis Begley, dan cuenta de esto.

Entonces, ¿el laberinto que se extiende entre el desasistido agrimensor y el distante conde Westwest en 'El castillo' es alegoría de un Dios ausente, o de la hipertrofia burocrática del Imperio Austrohúngaro? ¿El relato 'En la colonia penitenciaria' recoge algo del "caso Dreyfus"? Es como si todas las hipótesis se hicieran banales al lado del concienzudo enigma estético que albergan sus pesadillas, descontextualizadas, frías y atroces. Los exégetas De la Rica y Begley toman temas similares (los temas típicos del kafkismo), citan en ocasiones las mismas cartas: a su padre, a su dos veces prometida Felice, a Brod. Aunque sus propuestas son diferentes.

'Kafka y el Holocausto' es un ensayo poco ceñido a una sola temática contra lo que parece por el título. Si bien, De la Rica insiste en la calidad profética del corpus kafkiano. Emparenta al novelista con Juan de Patmos y con Daniel de Judá. Su obra, dice, es el "primer apocalipsis moderno". El checo, que murió tuberculoso, jubilado con sólo 40 años, se salvó (por la vía trágica) del auge antisemita. El III Reich se comió sus tres hermanas (Valli, Elli, Ottla), y algunos conocidos y amantes. Adiós Jerusalén de Europa.

Pero no hay una documentación fiable que permita asumir que tal asociación (obra y antisemitismo) haya sido pretendida. Al fin y al cabo, como dice De la Rica, se trata de "un mundo surrealista que pertenece más al sueño que a la vigilia, a lo que está fuera de la realidad ordinaria, aunque venga directamente de ella". Joseph K. y el escarabajo Samsa entran en escena al despertar (acaso sólo aparentemente)de un sueño.

[foto de la noticia]

Begley y De la Rica ponen de manifiesto las vinculaciones fronterizas que tiene su hombre con los diversos sectores de la extinta Bohemia. Él era un germanohablante, judío asimilado a la cultura Occidental, cosmopolita, con sueños de publicar como sus precoces compañeros nocturnos y de instalarse en Berlín, autónomo, lejos del influjo de los Kafka. Reniega del "judaísmo de la comunidad aldeana", como le escribe a su padre.

Para completar el cuadro, Begley trata largamente sus tensiones sexuales y su vida amorosa con base en su correspondencia. Los kafkianos se deben congratular por el riquísimo material epistolar que fue acumulando noche tras noche, a la vuelta del Instituto de Seguros de Accidentes de los Trabajadores.

'Claustrofobia de avances'

Begley habla de una "claustrofobia de avances" del escritor, según él, poco puesto en los pasos que por entonces, tiempos de expresionismo y cabaret, daba la nueva literatura. A pesar de su raíz onírica, Kafka sólo se entiende en las lúgubres zozobras de su tiempo. La Ley no es, como para los clásicos, una creación de libertad, sino, al contrario, una restricción de oxígeno, una normativa hostil, profundamente ajena, que aquí (en Kafka) asume la forma pesadillesca de una postergación indefinida. Acuérdense de 'Ante la Ley' (parábola incluida en 'El proceso': en la película se Welles sirve de bello inicio): "...esta entrada era sólo para ti. Ahora voy a cerrarla".

Sus pasivos personajes se someten a una perversa necesidad, a una culpa que es misterio pues tampoco la falta es conocida. Una sofisticada renovación y amalgama de imaginarios y géneros (burocracia, terror, surrealismo, profecía...), una alegoría que no remite a nada, porque justamente es la alegoría de un absurdo radical. Mientras los comentaristas (como los agudos De la Rica o Begley) buscan asediar el castillo kafkiano, la obra permanece inexpugnable a las referencias, muda en su altanero cosmos de silencio.


'Kafka y el Holocausto', de Álvaro de la Rica. Trotta. 139 páginas. 'El mundo formidable de Franz Kafka', de Louis Begley. Alba. 227 páginas.
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