domingo, 22 de agosto de 2010

Una paradoja kafkiana


Lo que ha ocurrido este lunes en la sede del banco UBS, en Zúrich, puede ser descrito con un sólo adjetivo: kafkiano. Si se tratase de algún otro escritor. Sin embargo, los acontecimientos que sucedieron ayer en una bóveda anónima son paradójicos. Pues es el último episodio de la batalla legal por la herencia de Franz Kafka.

Un numeroso grupo de funcionarios, abogados y filólogos de Israel, Alemania y Suiza se dieron cita para abrir cuatro cajas fuertes. El ambiente era como el de las películas de espionaje. Las cuatro cajas de depósito tenían un tesoro bastante singular, pero no por ello menos apreciado: dentro estaban los manuscritos, dibujos y cartas del escritor checo que habían sido encerrados en aquella bóveda por más de 50 años. Los expertos de Kafka de todo el mundo esperaban con ansias este momento. Pero los entusiastas, los historiadores y los críticos tendrán que esperar todavía más tiempo, ya que las dos hermanas israelíes que han tenido lejos del mundo esta fortuna literaria insisten en que esos los papeles les pertenecen por derecho, que ha sido una herencia de su madre. Y mientras la batalla legal continue han prohibido que se publiquen los informes del contenido de esas cajas.

Los cuatro contenedores se abrieron por órdenes de Talia Koppelman, un juez de la corte de familia de Tel Aviv. La semana pasada este mismo juez ordenó tambiénla apertura de otras seis cajas de seguridad que se encontraban en los bancos israelíes, las cuales contenían otras obras de Kafka. La apertura de ayer en el banco UBS de Zurich -de esas cajas de seguridad selladas desde el año 1956- contó con la presencia de los abogados que representan, por un lado, a Eva y Ruth Hoffe y al Archivo de la Literatura Alemana, y, por el otro, los representantes legales del Estado de Israel y su biblioteca nacional. También estaba presente Itta Shedletzky, un profesor de literatura, ya que es una reconocida autoridad en Kafka y compilará un inventario de los contenidos de las cajas.


Si Kafka se hubiera salido con la suya, estas cajas no existirían. Este novelista judío – que escribió en alemán mientras vivía en Praga- le escribió a su amigo Max Brod, poco antes de su muerte por tuberculosis en 1924: “Querido Max, mi última petición: todo lo que dejo tras de mí … como los diarios, manuscritos, cartas … [deben] ser quemados sin ser leídos “. Brod se negó a cumplir el deseo de su amigo moribundo, y pues dijo que tal solicitud lo desconcertó. En 1939, en vísperas de la invasión nazi, él pasó como contrabando a Palestina dos maletas que contenían estos materiales . Durante la crisis de Suez en 1956, él trasladó partes de este archivo a Suiza. Sus acciones salvaron los manuscritos de El Castillo, El Proceso y Amerika.

Después de la muerte de Brod, los documentos y manuscritos llegaron a las manos de Esther Hoffe, ex secretaria y compañera sentimental de Brod. Ella vivió más tarde en Tel Aviv hasta su muerte, ocurrida en el 2007. Hoffe en repetidas ocasiones se negó a dar los documentos de Kafka al estado de Israel. Incluso, una vez que fue detenida, bajo la sospecha de intentar contrabandear algunos de estos manuscritos fuera del país. Tras su muerte, las hijas de Hoffe, Eva Hoffe y Ruti Wisler han insistido, con necedad, que tiene derechos legales sobre esos documentos.

Todo este lío legal comienza con otro deseo no cumplido: Max Brod quería que los papeles de Kafka quedaran bajo la custodia de la Biblioteca Nacional de Jerusalén, así se lo pidió al momento de su muerte, en 1968, a Esther Hoffe, quien, sin embargo, desobedeció sus instrucciones. Tal cual como Brod había desobedeció a Kafka. Hoffe subastó en 1988 el manuscrito de ‘El proceso‘ al Archivo de Literatura Alemana, entre otras piezas, y legó el resto de los manuscritos a sus hijas, dos supervivientes del Holocausto, ya octogenarias.

Hace dos años, el Estado de Israel inició un proceso legal para recuperar estos papeles, en virtud de la autoridad moral que le otorgaba la voluntad expresa de Max Brod. Israel ha reclamado incluso la restitución del El proceso, que se encuentra desde 1988, en el Archivo Alemán de Literatura de Marbach am Neckar, dependiente del Ministerio de Cultura de la República Federal Alemana. En su momento, los alemanes pagaron dos millones de dólares por el texto, una ganga, según los expertos.

Aunque la apertura de hoy se llevó a cabo en secreto, los que han seguido esta historia hablan de que adentro de esas cajas se encuentran verdaderas ”joyas literarias” que esperan ser descubiertas. Se sabe, por ejemplo, que entre los contenidos hay algunas páginas deCarta a mi Padre, ese texto lleno de rabia y dolor que Kafka escribió en 1919 y que es vista como la clave para entender la mente del autor. Otros manuscritos de Kafka, incluyen Un médico rural, Preparativos de la boda en el País, y Un sueño. Son un valor estimado de varios cientos de miles de dólares.

Una idea de lo que podría estar en las cajas se tuvo cuando algunos documentos de Esther Hoffe fueron subastados en Basilea en 2009. Uno de ellos era una carta a Brod, en la que Kafka decía: “Sé de las alusiones del terror de la soledad. No tanto la soledad de estar solo, sino de aquella de estar entre las personas”. Klaus Wagenbach, un editor alemán que era amigo de Brod, describió la carta en su totalidad como “uno de los más bellos de documentos escritos por Kafka”.

Meir Heller, abogado de la Biblioteca Nacional de Israel, dijo que el tesoro de Zúrich tiene las características de tesoro cultural nacional. ”Los documentos tienen que ser accesibles al público en Israel”, comentó. También afirmó que un pasaje del testamento de Brod confirma que todos estos documentos deberían ir a una institución de Israel después de su muerte. El asegura que las Hoffes habían tenido mucho interés en “ocultar la verdad detrás de … los detalles de la verdadera voluntad de Brod”.

Por el momento, han bloqueado el acceso a todos los bienes de Esther Hoffe, incluyendo su dinero y joyas. Las hijas dicen que el estado se está entrometiendo en su derecho de vender sus posesiones privadas, argumentando que ni Israel y ni los israelíes tenían una afinidad con Kafka, pues él no vivió en Israel, aunque expresó su deseo de hacerlo, y que Israel ni siquiera tiene el nombre de una calle en su memoria. Su abogado, Oded Hacohen, dijo que el abrir las cajas ha creado un “daño” a sus clientes “en el ámbito de laprivacidad”, así como ha restringido su capacidad para vender esos artículos en el futuro.


La decisión de Koppelman sobre si los documentos deben hacerse públicos es inminente.


Fuente: The Guardian/El mundo.es

Kafka y los kafkianos


[foto de la noticia]

Durante el periodo de entreguerras, en el Barrio Viejo de Praga ("Jerusalén de Europa", se llamó) florecen dos antiquísimos mitos judíos que se renuevan en la cumbre de la fantasía más alucinógena del siglo XX. Gustav Meyrink despierta al golem del rabino Loew, Franz Kafka aporta entre otras cosas la parábola cabalística del castillo. Moisés Maimónides (s. XII) la usaba al final de su 'Guía de perplejos' (capítulo 51 de la parte tercera): el rey (Dios) en el interior del castillo, y, desperdigados, en estancias más o menos apartadas, los vasallos, errabundos, en su busca.

Aunque la obra de Kafka es tan grande, tan universal que sin querer se puede uno enfangar en controversias hermenéuticas. La herencia hebrea del escritor es un tema complicado, un tema de matices, de bibliografía fina y notas de pie de página (Benjamin, Arendt, Buber, Canetti...). Recientemente, 'Kafka y el holocausto' (Trotta), de Álvaro de la Rica, y 'El mundo formidable de Franz Kafka' (Alba), de Louis Begley, dan cuenta de esto.

Entonces, ¿el laberinto que se extiende entre el desasistido agrimensor y el distante conde Westwest en 'El castillo' es alegoría de un Dios ausente, o de la hipertrofia burocrática del Imperio Austrohúngaro? ¿El relato 'En la colonia penitenciaria' recoge algo del "caso Dreyfus"? Es como si todas las hipótesis se hicieran banales al lado del concienzudo enigma estético que albergan sus pesadillas, descontextualizadas, frías y atroces. Los exégetas De la Rica y Begley toman temas similares (los temas típicos del kafkismo), citan en ocasiones las mismas cartas: a su padre, a su dos veces prometida Felice, a Brod. Aunque sus propuestas son diferentes.

'Kafka y el Holocausto' es un ensayo poco ceñido a una sola temática contra lo que parece por el título. Si bien, De la Rica insiste en la calidad profética del corpus kafkiano. Emparenta al novelista con Juan de Patmos y con Daniel de Judá. Su obra, dice, es el "primer apocalipsis moderno". El checo, que murió tuberculoso, jubilado con sólo 40 años, se salvó (por la vía trágica) del auge antisemita. El III Reich se comió sus tres hermanas (Valli, Elli, Ottla), y algunos conocidos y amantes. Adiós Jerusalén de Europa.

Pero no hay una documentación fiable que permita asumir que tal asociación (obra y antisemitismo) haya sido pretendida. Al fin y al cabo, como dice De la Rica, se trata de "un mundo surrealista que pertenece más al sueño que a la vigilia, a lo que está fuera de la realidad ordinaria, aunque venga directamente de ella". Joseph K. y el escarabajo Samsa entran en escena al despertar (acaso sólo aparentemente)de un sueño.

[foto de la noticia]

Begley y De la Rica ponen de manifiesto las vinculaciones fronterizas que tiene su hombre con los diversos sectores de la extinta Bohemia. Él era un germanohablante, judío asimilado a la cultura Occidental, cosmopolita, con sueños de publicar como sus precoces compañeros nocturnos y de instalarse en Berlín, autónomo, lejos del influjo de los Kafka. Reniega del "judaísmo de la comunidad aldeana", como le escribe a su padre.

Para completar el cuadro, Begley trata largamente sus tensiones sexuales y su vida amorosa con base en su correspondencia. Los kafkianos se deben congratular por el riquísimo material epistolar que fue acumulando noche tras noche, a la vuelta del Instituto de Seguros de Accidentes de los Trabajadores.

'Claustrofobia de avances'

Begley habla de una "claustrofobia de avances" del escritor, según él, poco puesto en los pasos que por entonces, tiempos de expresionismo y cabaret, daba la nueva literatura. A pesar de su raíz onírica, Kafka sólo se entiende en las lúgubres zozobras de su tiempo. La Ley no es, como para los clásicos, una creación de libertad, sino, al contrario, una restricción de oxígeno, una normativa hostil, profundamente ajena, que aquí (en Kafka) asume la forma pesadillesca de una postergación indefinida. Acuérdense de 'Ante la Ley' (parábola incluida en 'El proceso': en la película se Welles sirve de bello inicio): "...esta entrada era sólo para ti. Ahora voy a cerrarla".

Sus pasivos personajes se someten a una perversa necesidad, a una culpa que es misterio pues tampoco la falta es conocida. Una sofisticada renovación y amalgama de imaginarios y géneros (burocracia, terror, surrealismo, profecía...), una alegoría que no remite a nada, porque justamente es la alegoría de un absurdo radical. Mientras los comentaristas (como los agudos De la Rica o Begley) buscan asediar el castillo kafkiano, la obra permanece inexpugnable a las referencias, muda en su altanero cosmos de silencio.


'Kafka y el Holocausto', de Álvaro de la Rica. Trotta. 139 páginas. 'El mundo formidable de Franz Kafka', de Louis Begley. Alba. 227 páginas.
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sábado, 21 de agosto de 2010

América - Franz Kafka

Publicada póstumamente, América es una novela menos conocida que otras del gran escritor praguense (1883-1924).

Narra las aventuras de Karl Rossmann, un chico de dieciséis años que es enviado a América por sus padres, tras haber sostenido relaciones con la criada.
Una vez embarcado, la rapidez con que entabla amistad con el fogonero y la profundidad que llega a adquirir ese vínculo quedan de manifiesto cuando rompe a llorar al verlo por última vez. Esto a su vez demuestra, desde el inicio de la novela, una insondable falta de afecto en Karl.
Pronto aparecerá la figura de un tío radicado en Nueva York, que lo conducirá hacia un ambiente amable, preocupándose además por educarlo con esmero. Para la mala suerte del chico, esta situación dura muy poco ya que, tras un incidente nimio, la actitud de su pariente da un giro asombroso: simplemente se deshace de él sin una explicación congruente. Con esto se le imprime -de entrada- a la obra esa significación desconcertante, tan característica en la narrativa Kafkiana.

En pocas páginas se pasa de la cordialidad absoluta a un laberinto de situaciones incomprensibles y complejas. Tanto las extrañas actitudes que van adquiriendo los personajes, como el ambiente tan asfixiante en que se desarrollan, arrojan de improviso al muchacho a una nueva vida en la que tendrá que empezar de cero y en la que conocerá al país en sus más diversos estratos.

Sin embargo, no dejará de buscar su camino. Incluso al obtener un empleo (de ascensorista) que en un principio pareciera que lo va a sumir en la completa monotonía -al tratarse de uno de esos desquiciantes y anquilosadores trabajos que no precisan más que pulsar un botón-, Karl logra encontrar algún entretenimiento entre la interacción con los otros chicos y su amistad con Therese (cuya historia es desgarradora, por cierto: otro ser marginado y condenado, que no deja de reflejar la difícil situación en la que se encontraban tantos inmigrantes en esa época).

Los mismos malhechores que acompañan al protagonista durante buena parte del relato, (Delamarche y Robinson), son unos pobres seres a quienes la vida los vive y que están sentenciados a padecer lo indecible por ser víctimas de su pereza y de su incapacidad para hacerse cargo de sí mismos.

Pero en este libro la verdadera víctima es Karl, un chico listo que construye sus pensamientos de forma sorprendente, pero a quien de manera fatalista todo sale mal, sin que valga actitud, razonamiento o acción alguna dirigida a conseguir lo contrario. Es impresionante el modo en que Kafka narra una historia en la que el personaje no logra dar con una vía de escape y que, además, se muestra completamente incapacitado para resolver las situaciones que se le van presentando. Me llena de desasosiego el haberlo visto condenado a las vicisitudes del destino una y otra vez, en una sucesión de episodios que terminaban para volver a empezar. Y lo más sorprendente es que todo este azaroso y catastrófico relato esté narrado de tal manera que el lector no siente la urgencia de buscar un paño de lágrimas (tiene incluso sus partes divertidas y humorísticas).

El capítulo final resulta tan incierto como el resto del libro: contratado para trabajar en el Gran Teatro –que absurdamente acepta a cualquiera que solicite su ingreso-, Karl emprende un viaje hacia la incertidumbre, hacia lo ilusorio (y vanamente prometedor). Y, no obstante, el añadido final a la obra revela una esperanza inusitada, gracias a lo dicho por el gran amigo de Kafka, Max Brod:

Sin esta nota del traductor, el final me hubiera resultado muy distinto. ¿Le creemos a Brod?
«En el “casi ilimitado” Teatro de Oklahoma encontró Karl -según afirma Max Brod, basándose en insinuaciones orales de Franz Kafka, quien se refería a estos hechos sólo vagamente y con misteriosa y amante sonrisa- su misión, su libertad, su fundamento vital; más aún, hasta volvió a ver allí, como por encanto celestial, a sus padres, a su misma tierra patria.»

¿Quién fué Franz Kafka?


¿Qué es lo que sabemos de Franz Kafka, al margen de algunos fríos datos biográficos? ¿Cómo era, en realidad, la personalidad de quien imaginó la historia de un hombre que, una mañana cualquiera, despertó convertido en un insecto? ¿Qué hay del verdadero Kafka en Gregor Samsa, en Josef K., en Karl, en K.?
La imagen clásica es la un hombre introvertido, concentrado, de aspecto sencillo y alma torturada. Sus escritos nos internan en fantasías agónicas, desencajadas, en las que el insconsciente y el absurdo van de la mano a través de ambientes laberínticos. Hemos creado el adjetivo “kafkiano” para describir situaciones incomprensibles, fuera de toda lógica, pero seguimos sin saber lo que atesoraba la mente de Kafka.
Fue poco lo que publicó en vida y, antes de que se lo llevara la tuberculosis, formuló el deseo de que se destruyeran sus páginas escritas. Max Brod, amigo y albacea, no cumplió esa voluntad. Esa “traición”, tan clara pero tan contradictoria, fue la que nos permitió leer a Kafka. Así conocimos ‘El proceso’, ‘El castillo’, ‘América’, la ‘Carta al padre’. No envidio el papel de Brod. La traición a un amigo terminó siendo un regalo literario inmenso para la humanidad. No puedo olvidar mi lectura de ‘El proceso’, y tampoco sabría elegir entre la traición o el regalo…
Una recopilación de textos diversos que pretenden acercarnos un poco más al enigmático autor checo salió a la venta. Se trata de páginas escritas tanto por quienes lo conocieron en profundidad, como por aquellos que lo trataron superficialmente, como compañeros de escuela o vecinos de edificio.
El editor, Hans-Gerd Koch, señala cómo las descripciones basadas en el trato directo (por leve que éste haya sido) nos presentan un retrato mucho más fiel y rico que los meros datos biográficos. Los recuerdos, el paso del tiempo, el peso del mito creado tras su muerte van armando el puzle de quien pudo ser Franz Kafka.
Contradiciéndose, completándose o corrigiéndose entre sí, todos ellos, sin embargo, pueden en última instancia contribuir a completar un retrato cada vez más cercano a la realidad, de acuerdo con las palabras de Kafka, según las cuales sólo en el coro hay cierta verdad.
La selección ha sido minuciosa y se ha esforzado en seguir un horizonte lo más verídico posible. De ahí que se hayan suprimido aquellos textos en donde la semblanza de Kafka quedaba demasiado diluída entre la información sobre el propio autor, o aquellos otros abiertamente ficticios o de verosimilitud confusa. Salvo por las aportaciones de Gustav Janouch y Max Brod, vitales al hablar de Kafka, se han dejado de lado los relatos biográficos ya recogidos en otros libros.
El volumen se abre con la necrológica escrita por Felix Weltsch, amigo íntimo del escritor que, en sus palabras, “sólo se alcanzará a conocer en la posteridad”:
En sus obras, Kafka creó una nueva realidad, una atmósfera nueva, propia, más pura, más fría, más austera que la nuestra, que sin embargo no era más que reflejo y expresión de nuestra realidad, sólo que concebida de una manera original, sin precedentes, por un genio de la “contemplación”.
Emil Utitz fue compañero de Kafka en el Instituto Altstädterde de Praga, desde el primer curso hasta el examen final de bachillerato. Utitz lo describe como “el ser humano más tranquilo, silencioso y moderado que he conocido [...], exteriormente no había en él nada llamativo”. No era orgulloso ni arrogante, todos lo respetaban pero nadie llegaba a intimar con él.
Una delgada pared de cristal le rodeaba. Con su sonrisa tranquila, bondadosa, llena de interés, él mismo se abría y a la vez se cerraba al mundo. [...] Lo que quedó en mi recuerdo no son manifestaciones ni sucesos concretos, sino una imagen conmovedora de un ser humano delgado, alto, con aspecto de muchacho, que parecía tan silencioso, fino y casi santo, que era bueno y que reía un poco confuso, que se mostraba dispuesto a reconocer de inmediato los méritos de cualquiera y que, sin embargo, siempre se mantuvo un poco a distancia y extraño.
Probablemente nunca descifremos su compleja personalidad, por numerosos que sean los análisis que se han hecho de su obra, desde el existencialismo al anarquismo. Nos queda el Kafka, el K., de sus obras, aunque leídas muy a su pesar…, y la sospecha escrita por Weltsch:
Exteriormente, Franz Kafka llevó una vida ordenada y segura. Pero interiormente estaba llena de obstáculos y dificultades. No pudo arreglárselas con la vida.
Disputa por su Archivo Secreto
84 años después de la muerte del escritor, Israel y Alemania protagonizan una disputa kafkiana por los archivos inéditos de Max Brod, en poder de las hijas de su secretaria dispuestas a venderlo todo
La Biblioteca Nacional de Israel solicitó esta semana a la Corte para Asuntos de Familia de Tel Aviv que ordenase a Eva Hoffe la entrega de un archivo que contiene manuscritos, cartas y dibujos desconocidos de Franz Kafka para catalogarlos y ponerlos a disposición de los estudiosos y del público.
Eva y su hermana Ruthi, lo heredaron de su madre Esther Hoffe, la ayudante de Max Brod (el amigo íntimo de Kafka) hace dos años. Lo tienen bajo llave en cajas fuertes y en un mísero apartamento de Tel Aviv.
La Biblioteca también anunció el pasado jueves que demandará al Museo Alemán de Literatura Moderna donde se encuentra la mayoría de los manuscritos conocidos del escritor cedidos por Max Brod y le ha exigido la devolución del manuscrito de El proceso, vendido por dos millones de dólares al museo por la heredera de Brod.
Los documentos revelan detalles de la vida íntima del escritor checo
El destino de este ignoto tesoro literario se ventila desde hace más de un año en los juzgados. Al parecer, podría tratarse de un archivo con miles de documentos que revelan detalles de la vida íntima de Kafka, y que escondió durante 40 años Esther Hoffe, quien en 1968 lo recibió como legado de Brod, el escritor que reveló al mundo la obra Kafka.
Entre los documentos del archivo habría 70 cartas intercambiadas por Kafka con su amante, Dora Diamant, durante un período de 20 años, la mujer con la que no pudo casarse, según escribió su hermana, Kathi Diamant, en el libro El último amor de Kafka.
La Biblioteca israelí sostiene que es ella la heredera legal de ese patrimonio y formulará la demanda esta próxima semana en una corte de Alemania con el argumento de que la adquisición del manuscrito por parte del Museo de Marbach es “ilegal”.
La Biblioteca israelí demandará al Museo Alemán de Literatura Moderna
Memoria a salvo
Max Brod salvó esas obras desconocidas y demás documentos de Kafka, además de las suyas, cuando huyó junto con su mujer de Checoslovaquia tras la invasión de la Alemania nazi, y los llevó a Palestina, entonces bajo mandato británico, en 1939, nueve años antes de la fundación del Estado hebreo.
Brod murió en 1946 en Tel Aviv sin conocer la totalidad de su preciado archivo, ya que quien se quedó con él fue Esther Hoffe, su secretaria y asistente.
La institución exige la devolución del manuscrito de El proceso
Al abrirse esta semana las puertas del tribunal donde la Biblioteca Nacional gestiona la devolución del archivo de Max Brod, a fin de recuperarlo para el patrimonio público, trascendió que quien compró el manuscrito de El proceso fue el museo alemán.
El juicio para rescatar los papeles de Kafka, entre ellos decenas de cartas de amor intercambiadas con la mujer que lo ayudó a morir en 1924, se sujeta, aunque parezca difícil creerlo, en pleitos por divorcios, tenencia de hijos y demás.
Los documentos secretos de Kafka se hallan en el mayor de los misterios y nadie ha conseguido quitarles todavía las llaves a las dos hijas de Esther, de las que se piensa ya han vendido parte del contenido.
Desde el punto de vista jurídico, la dificultad radica en la interpretación del legado de Max Brod. Según el diario Haaretz de Tel Aviv, Brod le encomendó a su secretaria entregar el archivo a las instituciones públicas pero las hermanas Hoffe sostienen que ese tesoro público es un bien de familia.
Kafka es de Israel
El Archivo Nacional de Israel podría apelar ante la Corte Suprema de Justicia para obtener el archivo si los abogados de las Hoffe consiguieran un fallo contrario de la corte de Tel Aviv. Los representantes del Archivo exigen, simplemente, impedir que esos preciosos documentos salgan del país.
El editor alemán Klaus Wagenbach, amigo cercano de Brod, es una de las pocas personas que han visto el archivo. Según su testimonio, contiene ilustraciones de Kafka.

Wagenbach percibió entonces el celo con que Esther Hoffe lo guardaba.
“Brod me dejó verlo pero en secreto, temeroso de que nos viese Esther. Ella no le permitía exhibir los materiales”, comentó Wagenbach. “Era una mujer imposible por no decir más”, según Rafi Witter, de la Biblioteca Nacional en Jerusalén. No sólo imposible, también “invisible”: nunca la entrevistó nadie y murió a los 102 años.
Entre lo que retienen las hermanas Hoffe, se cree, están los diarios del propio Brod, en los que hablaría de Kafka y de su último amor con una mujer judía que lo cuidó cuando estaba enfermo en la última etapa de su vida.
Ulrich von Bilov, director de los archivos alemanes, presume que entre los papeles en poder de las Hoffe, estaría el manuscrito de Hochzeitsvorbereitnung auf dem Lande [Preparativos para la boda en el campo], que Kafka escribió en 1907.
La editorial y empresa del diario independiente Haaretz también es una de los demandantes y el único medio de la prensa local que informa sobre las alternativas del juicio acerca de lo que muchos consideran un delito cultural. La secretaria de Brod, según el periódico, violó un contrato con una gran editorial alemana interesada en publicar una de las obras ocultas.
La Ley de Archivos de Israel, declara su director, Josué Freundlich, prohíbe la salida del país de “documentos importantes para la historia y la cultura del pueblo judío”, sin mediar antes una inspección. Hoffe habría vendido fuera las piezas que vendió de Kafka.
Según el investigador Mark Gelber, profesor del Departamento de Estudios Alemanes de la Universidad Ben Gurión de Beersheba, “la íntima conexión de Kafka con el sionismo y con los judíos” es una de las primeras razones por la cuales se debería prohibir a las hermanas Hoffe sacar esos documentos del país. En cuanto a Brod, “se afilió al sionismo antes de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), vivió y trabajó aquí. Y aquí, en Israel, está enterrado”, agregó Gelber.
El biógrafo Louis Begley, autor de El tremendo mundo que llevo dentro de mí: Franz Kafka, un ensayo biográfico postula, en cambio, que Kafka no fue sionista ni miembro de su colectividad.
Hoffe fue arrestada en 1974, en el aeropuerto internacional de Ben Gurión de Tel Aviv, cuando se disponía a abordar un avión con destino a Suiza para vender documentos del archivo de Brod. La historia del archivo Brod es digna de un relato de Kafka.
Eva Hoffe declaró en 1993 al semanario alemán Der Spiegel que si se llegase a difundir los diarios de Max Brod, también dentro de su archivo, “revelarán algo terrible”. Las incógnitas y enigmas a los 84 años de la muerte de Franz Kafka siguen en pie, y en las redes de la justicia, como tantos de sus célebres y atribulados personajes. El proceso todavía no ha acabado.

viernes, 20 de agosto de 2010

Jazz Blanco, de James Ellroy



Hace unas semanas leí en Internet un artículo acerca de la inminente publicación de la próxima novela de James Ellroy, A Rover's Blood, tercera y última parte de la gran trilogía americana de este maestro entre maestros. Hacía ya unos años que me había leído las dos primeras partes, America y Seis De Los Grandes, por lo cual decidí leerlas otra vez. Cuando empecé América recordé que su personaje principal, Pete Bondurant, aparece tangencialmente en la otra gran serie del autor, la llamada Cuarteto de Los Angeles, con lo cual la decisión estaba clara, empezar esta última desde cero. La serie comienza con La Dalia Negra, continua con El Gran Desierto y la hoy famosa L.A. Condifencial, y finaliza con la que da título a esta entrada, Jazz Blanco. Estas cuatro novelas se desarrollan durante las décadas de los 40 y 50 en Los Ángeles y describen las vicisitudes del corrupto departamento de policía de Los Ángeles durante esos años. Es la segunda vez que me las leo y supongo que dentro de unos años volveré a hacerlo. Habiendo tal cantidad de novedades editoriales del género y de libros ya publicados que todavía no me he leído esta declaración de intenciones es demostrativa de por sí de la calidad que creo que atesora esta serie. Sin temor a exagerar es lo mejor en novela negra que he leído nunca. Si, mejor que Chandler y Hammett, mejor que MacDonald y Himes. Me parece que recoge lo mejor de cada uno de ellos y lo actualiza. Habrá quien diga que estas novelas tienen un esquema repetitivo que gira en torno a dos o tres personajes principales alrededor de los cuales se va tejiendo una trama de tramas. Y no se equivocará. Pero, dios, que modo de hacerlo. Las frases crepitan, explotan delante de tus ojos, los personajes son complejos y reales en su falibilidad, la ciudad es tratada casi como un personaje más y la complejidad de las tramas solo es superada por su brillante resolución.
Por último diré que hace años vi una entrevista a
Curtis Hanson, director de la aclamada L.A. Confidential, y dijo que de la novela homónima de Ellroy se podrían haber hecho diez películas. No se me ocurre mejor halago a la inventiva de un escritor.
Por cierto, si podéis leed la autobiografía de
Ellroy, Mis Rincones Oscuros, y comprenderéis mejor la dedicatoria que aparece en La Dalia Negra.

jueves, 19 de agosto de 2010

Jazz Blanco: Tremenda novela de James Ellroy

Jazz Blanco es la historia con la que el Maestro cerró de manera contundente la soberbia saga policial conocida como el “Quarteto de Los Angeles“, integrada por “La Dalia Negra“, “El gran desierto“L.A Confidencial” y esta historia que reseño en el dia de hoy.

Cuando terminás esta novela lo primero que tenés ganas de hacer es pegarte una ducha para relajar tu cerebro y desprenderte de toda la suciedad y sangre que chorrea del libro.

Asesinos seriales, incesto, violaciones, pornografía, corrupción, drogadicción, prostitución, asesinatos de bebés, racismo y confabulaciones de todo tipo.

La verdad que después de leer este novela llegué a la conclusión que Robert Crais , Ed Mcbain y John Katzenbach son autores de cuentitos infantiles al lado de este animal que se apellida Ellroy.

Un zarpado de aquellos. Soló alguien que tuvo una vida mierda como la de este hombre (entre otras cosas, su madre fue asesinada y el caso quedó sin resolver) puede crear una trama tan retorcida como esta.

El apodo que le puso la prensa (“El Perro Demoníaco de la literatura policial norteamericana“) se lo tiene bien ganado.

Jazz Blanco es una novela especial.

El Quarteto de Los Angeles es una saga que tiene como protagonista principal al departamento de policía de esa ciudad entre comienzos de 1947 y finales de 1958.

Si bien las novelas se pueden leer de manera independiente pese a que las tramas siguen una cronología y reaparecen personajes a lo largo de la serie, para disfrutar Jazz Blanco es necesario haber leido L.A Confidencial, ya que el libro prácticamente es la continuación de esa historia.

Ellroy ata todo los cambos que dejó suelto en ese trabajo.

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En este caso el protagonista principal esDavid Klein, un detective corrupto al que se le asigna la investigación de un robo que tuvo como resultado el asesinato brutal de unos perros.

Lo que en principio parece un caso más, con el tiempo se transforma en una tremenda conspiración que pone en jaque a la cúpula del departamento de policía.

Esta es una novela que requiere mucha concentración por parte del lector, ya que el trememdo HDP del autor no tuvo la mejor idea que desarrollar la trama a partir de la agenda personal de Klein.

No podés leer esto en el subte y después dejás colgada la novela en cualquier página porque te va a costar mucho seguirle el hilo a Ellroy.

La redación es practicamente telegráfica donde le rinde culto a la economía verbal. Es como leer una agenda.

Además, tenés al igual que en los otros libros, recortes periodísticos de diarios y la revista de chismes Hush Hush que completan con información el conflicto principal.

La serie terminó con un cierre de lujo, donde Ellroy creó una trama compleja pero apasionante que no podés parar de leer. El misterio está muy bien construido y el momento en que se revela todo es maravilloso.

Requiere concentración porque además trabaja con muchos personajes, pero bueno es Ellroy. Querés algo más simple comprate una de Sidney Sheldon,

Por estos días el director Joe Canahan (Narc) trabaja en la adaptación cinematográfica que no va a ser para nada sencilla de lograr porque cómo fue redactado el libro.

Se había rumoreado que George Clooney iba a ser el protagonista aunque no se supo más nada.

Guy Pearce, quién había interpretado al detective Ed Exley en Los Ángeles al desnudo iba a reaparecer en este film, donde su personaje tiene un rol muy importante, pero por derechos relacionados con esa producción, el director no está autorizado a utilizar a Exley.

Carnahan ya advirtió que la película se tomara algunas libertades debido a que no la puede desarrollar como una secuela del excelente film de Curtis Hanson.

Carnahan es un muy buen director. Ojalá que pueda hacer una buen policial y no termine como La Dalia Negra de Brian De Palma.


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